De: "Speculum Caelestis"
Qué
sencillo era el mundo
Qué sencillo era el mundo
cuando había un Dios y un Diablo
que todo lo descomponían y componían a placer.
Cuando existían Adán y Eva
y la creación del mundo en siete días.
Cuando la Tierra era el centro del Universo
y todo giraba a su alrededor.
Cuando el sol era una esfera perfecta
creada para nuestro solaz, sin manchas ni imperfecciones
y el hombre, era el pináculo de la Creación.
No habían venido todavía
el molesto Darwin con su desagradable teoría de la evolución,
ni Copérnico con su ridículo heliocentrismo.
Ni la física cuántica con su idea de la
incertidumbre.
Todo era claro, preciso y conciso.
Las mujeres venían de la costilla de Adán
y nunca nadie se preguntaba nada.
Qué placidez tan angelical.
Era un mundo bárbaro, pero fenomenal.
Speculum Caelestis / Espejo
Celestial
Tú y yo, (hombre y mujer)
estamos desayunando luz
y nos atragantamos.
Oyendo música de las esferas,
comprobando la armonía celeste
en cuerpos antiquísimos y hábiles para escuchar.
En este periplo celestial.
Poniendo un espejo en la nariz de Saturno
para que refleje la lechosidad de la Vía Láctea
y alumbre así, la espiral desde
donde nos tocamos y nos miramos.
Somos la pasa del pastel
y nos observamos razonablemente felices y complacidos.
En este momento, en este único evento
infinitesimal, matemático e irrepetible,
del Universo en expansión.
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